¡Yo ya no te extraño Señor!
Me hartaron las migajas caídas en el piso…
Y encerré las zorras que dañaban mis viñedos
Rompiendo el jarro de alabastro en tus pies.
¡Ya no te extraño Señor!
Me senté junto a arroyos de agua,
Cubriéndome con lluvia de zafiros,
Caminando descalzo entre lirios,
Halle mi casa como el gorrión.
¡Yo ya no te extraño Señor!
Hui de la cueva de ladrones
Porque me dolían tanto las heridas
Dejadas por tu látigo.
No, no… ¡Ya no te extraño Dios!
Llene mis estanques vacios,
Mudándolos en los atrios del canto,
Desatando la iniquidad de mi deshonra.
¡Tú ya no me haces tanta falta Señor!
Rahab me hizo el favor de esconderme
Y nunca más seré oprobio de mis vecinos…
Porque florecí como palmera,
Creciendo como cedro en el Líbano.
¡Nunca más te extrañare Señor!
Tampoco me va a ser falta Tu pecho…
¿Y sabes por qué?
¡Porque estas todos los días en mi templo!