Señor, cuando llegaste a la casa de mi padre
Pediste agua de mi cántaro
Viendo en mí la rosa de Sarón
Vestida con escudos sellados con el olor del Líbano.
Mis mejillas conocen
El calor de tus palabras
Desde que llegaste para cortejarme
Sin mandar algún criado
Sin tener que saciar la sed de cien camellos
Me enamoraste mi Señor.
Querías compartir conmigo
La promesa de cenar contigo
En la tierra donde el lirio
Olvida las heridas hechas por espinos.